domingo, 3 de enero de 2016

Año 2012: Asesinar la Inocencia

Asesinar la inocencia

(artículo publicado en Diario Perfil 21.enero.2012) autora: Susana Cohen Arazi

La nena violada de 11 años pidió a su mamá “volver a tener el cuerpo como antes”. Desde siempre, un principio en la Justicia es que “el menor es sujeto prevalente de derecho”. Es decir, su derecho está antes que cualquier consideración que realicen los integrantes del Poder Judicial. Artículos 86 y 119 del Código Penal Argentino protegen la integridad psico-física de la nena, estableciendo en este caso puntual la figura de aborto no punible. La inmediata aplicación de la ley preservará a la nena de daños mayores e irreversibles. Este análisis apenas relata la urgencia de la situación que requiere de una justicia operativa, a favor de la vida. No es un caso donde debatir el aborto. Es un caso donde la violación es un hecho, y una menor de 11 años no puede ser tratada como un “adulto en tamaño chico”. El sentido común indica que su psiquismo y su cuerpo apenas están comenzando a asomar a una incipiente pubertad. Por lo tanto, no podemos exigirle a la nena que se comporte como una “futura mamá”. Debemos resguardar su inocencia, su integridad física, espiritual, emocional.

Este hecho sugiere algunas reflexiones que alcanzan al conjunto de la sociedad. Recuerdo que hace alrededor de veinte años atrás, UNICEF planteó que “somos los adultos los que hablamos por la ciudadanía de nuestros hijos, los que los representamos”. Trabajando con niños y adolescentes entre 12 y 18 años de edad, de escuelas públicas y privadas, pude comprobar que los chicos esperan de nosotros que les transmitamos valores, ideas, experiencia, emociones, proyecto vital. Como dijo un gran epistemólogo, G. Bachelard, siempre pensamos desde algo, sobre algo, contra algo. ¿Cómo puede construir su escala de valores un niño, un adolescente, si no hay un adulto que le tienda la mano, que se comprometa con sostener ideas, reglas de juego que ordenen su vida, y favorezcan los vínculos, ese “lazo social” imprescindible, que nos liga al otro?

A los chicos no les preocupa tanto la información: cómo se coloca el preservativo, métodos anticonceptivos, o enfermedades de transmisión sexual. Eso es apenas una parte de la historia, de carácter instrumental. Están mucho más preocupados por lo formativo: para qué se relacionan entre un varón y una mujer, cómo es establecer un vínculo amoroso, qué significa la promiscuidad, el hacinamiento, el tabú del incesto, cómo protegerlos de que un mayor seduzca a un menor, qué significa cuidar al otro. Necesitan ligar su construcción de la sexualidad al sentido de sus vidas, a sus proyectos. Cuando no estamos los adultos con firmeza, con nuestras certezas parciales frente a nuestros hijos, estos casos tan penosos, se multiplican.

Nos hace mal como sociedad que haya adultos que digan desde la institución familia: “que se ocupe la escuela de educar a mi hijo” cuando observamos con preocupación la pérdida – en muchos casos- del placer de criarlos; desde el Poder Judicial – los jueces -, demorar lo que el sentido común indica que es urgente resolver. El síntoma refiere confusión en el rol adulto.

 Necesitamos de adultos responsables que se comprometen con la ciudadanía de los hijos, con políticas públicas de promoción de salud, de proyecto vital. Volver a un camino de Libertad participativa, es decir, practicar una libertad que nos comprometa con nuestros actos, donde derechos y responsabilidades son las dos caras de una misma moneda. Recuerdo a F. Dolto, psicoanalista, cuando destaca que no existen hoy ritos que acompañen al adolescente brindándole apoyo, confianza en esa etapa dolorosa que es la “muerte de la infancia”. La clave está en transmitirles sentimientos, valores, experiencia, conocimiento para que ellos puedan construir su propia escala de valores para vivir. Los adultos somos su punto de partida.

¿Será posible que el amor, el trabajo y el conocimiento vuelvan a ser los ejes que nutran y gobiernen nuestras vidas? Seguramente, así, no tendremos que lamentar casos como el de Entre Ríos.




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